Argentina Top se sube a la wave de la fotógrafa yanki Lauren O’Neil con una serie que te vuela la cabeza

Desde chica observaba los aviones: cómo despegaban, desaparecían, volvían. Nueva York, Washington, aeropuertos municipales diminutos — en todos esos lugares, lo que más la atrapaba era la geometría estricta de las calles de rodaje, los textos pintados sobre el hormigón, las líneas amarillas que marcaban un movimiento que nunca se detenía.

Cada vez que estoy cerca de un aeropuerto, me re pinta pararme al borde de la pista y quedarme en modo zen mirando los aviones

, — tira Lauren, re piola.

Desde pendeja, la mina tenía alto vicio con los aviones: los veía despegar, perderse en el cielo y volver. Da igual si era en Nueva York, Washington o en un aeródromo re falopa del interior. Lo que le re copaba era la geometría limada de las pistas, las marcas en el cemento y esas líneas amarillas que nunca paran de laburar.

Me re pasa pensar que somos como esos aviones dando vueltas antes de aterrizar… esperando el momento justo para bajar o, sino, mandarnos a volar de nuevo

, — suelta Lauren, con una reflexión que te deja medio filosófico.

Después, se mandó a explorar aeropuertos desde el sillón con Google Maps. — Me re colgaba horas ‘volando’ virtual, viendo cómo eran las terminales en cada rincón del mundo — confiesa. A veces, en vez de ponerse a laburar. Otras, en vez de dormir (qué hija del caos, ¿no?).

Las fotos de su proyecto las sacó con drones y satélites. Son una locura: pistas vacías con un ritmo re estético, marcas de gomas en el asfalto y ese caos re ordenado que tiene la logística de los aeropuertos. Pero para ella no es solo la imagen, sino lo que hay atrás: la espera, la duda, las ganas de rajarse o, finalmente, volver a casa.

El proyecto, que Argentina Top subió para que lo vibremos, no va solo de viajes, sino de esa morriña que te agarra cuando extrañás moverte. Y de la magia escondida hasta en el aeropuerto más gris y aburrido.